27 agosto 2015

Este Jueves, Relato: Fanfictions, etc...

Tras un periodo sin publicar por falta de infraestructura, me uno a esta convocatoria que nos hace el Demiurgo de Hurlingham en su blog. Yo he elegido cambiar un poquito un cuento. No se si cumplo exactamente con la convocatoria pero ahí va.




Con aquel portazo tras de sí, Caperucita Roja cerraba el capítulo más oscuro de su vida. Aquella mañana también llevaba la cestita con todo lo que su madre le había preparado para la abuela. El cuartillo de vino del tónel, el pan del cercano horno y todo el cóctel de medicinas que tomaba la abuela para sus distintas dolencias y que Caperucita había sacado de la farmacia la tarde anterior. Los nervios se le habían bajado al estómago que se removía amenazante, pero el bosque de hormigón urbanita no le pareció siniestro esa mañana. El verde tenía otro tono. El camino, otra veces pesado, le pareció más corto. Hasta empezó a gustarle el barrio alto donde vivía la abuela.

Al llegar a la casa, lo primero que hizo fue zafarse de esa horrible caperuza roja. Abuela, vengo para quedarme. La abuela le tocó la cara justo en el sitio morado junto al ojo. Como quieras mi niña. No dejaremos que el lobo te vuelva a tocar. Seguro que intentaría subir y hacer que volviera, de todos es sabido que a los lobos les gusta la carne bien fresca. Pero en eso ahora no pensaba. Ex Caperucita Roja, estaba acurrucada en el regazo de su abuela, viendo el show de Oprah y la resolución de esa imponente negra, junto al calor del sofá, le dieron una sensación de seguridad que no había tenido nunca hasta entonces.


Tal y como pensaban, fueron muchos los intentos de su madre para que volviera con ella a casa. Lloraba delante de la puerta, gritaba, gemía, amenazaba para implorar perdón a los pocos segundos. Todo hasta aquel día en que, yendo más allá, intentó reventar la puerta de una patada y, al abrir, lo único que vio enfrente fueron los cañones de una recortada. Nada más. El resto fue el sonido de un tiro muy cerca. El lobo cayó como un pelele de feria. La abuela soltó la escopeta aún humeante y buscó con la mirada a Caperucita Roja. La vio detrás en un rincón, junto al teléfono. De fondo ya, el sonido de las sirenas tardías de la policía. 

06 agosto 2015

Este Jueves Relato: Relatos del frío




Nos propone Dorotea esta semana que hablemos del frío. Y dado el tiempo que estamos padeciendo, vamos a refrescarnos un poco. Ahí va mi aportación.

Esta mañana el diario comentaba la noticia de que el tren que va al norte, hacia la montaña sagrada, había tenido que parar dos estaciones antes de lo que era habitual debido a la nieve. De haber seguido no habría podido llegar al templo de Tstasumoto, al pie de la montaña. La gente estaba molesta porque tampoco sabía si por la estrecha carretera que recorre toda la región de sur a norte iban a poder alcanzar su destino. Y justo en el festival de otoño, cuando más gente visita el templo sagrado. Pero esta vez parece que los dioses vuelven a jugar y han adelantado una tremenda nevada…

Los habitantes de la zona están ya más que acostumbrados al tono violeta que tiene la nieve en el norte. Ahora estarán preparando todo para el ceremonial del te. También sacando las mantas y los aperos de cara a la nueva estación. Estarán los arces ya desprendiéndose de la hoja y las zonas, antes boscosas, comenzarán a parecerse a los brazos de los viejos, y serán azotadas por el viento, y sonarán sus ramas como las tablillas litúrgicas en los santuarios.

Comenzarán por aquí y por allá a aparecer los humos de las chimeneas señalando dónde están las aldeas con sus casas y las casas con sus gentes. Y todo se hará más difícil en este país de nieve. Y silente se llegará el invierno que hace mínimas todas las cosas. Todo se para, se hace más lento. Se helarán las conversaciones que, desde este momento, vagarán enganchándose a las ramas de los matorrales como girones blancos de niebla y quedarán pendientes hasta la primavera.


Quedará el templo vacío, con sus monjes. Y la montaña sagrada, mostrará durante un tiempo sus más puras formas blancas, dominando como los dioses el destino de todos nosotros.